domingo, 19 de junio de 2016

NNN

NNNNNNNNNNNNNNNNNNNN

Prueba

Si alguien pensó que el resultado electoral de diciembre (que instauraba un esquema cuatripartito de nuevo cuño) obedecía a una ocurrencia pasajera del electorado, pensó mal. Desde al menos 2011, los españoles han venido manifestando, sondeo tras sondeo, su creciente malestar con los dos principales partidos.
El PSOE lleva tiempo siendo un partido a
la vez descosido y mal cosido, que emplea gran parte de sus mejores energías en remendar y sobrehilar, diariamente, sus múltiples costurones internos, no precisamente ideológicos. El PP, por el contrario, ha devenido en una formación sobrecosida e internamente encorsetada, que inhibe y desaprovecha diariamente el caudal interno de energía y vitalidad con que sin duda cuenta. Ambos se aparecen esclerotizados y ajenos a la voz ciudadana, más pendientes de su militancia y de sus problemas internos que de sus votantes y de lo que les preocupa y demandan.
Han perdido gradualmente contacto con la realidad y han propiciado un intenso sentimiento de orfandad y desatención en amplias capas del electorado, especialmente en el más joven. Al no dar señales creíbles de regeneración, muchos electores optaron, finalmente, el pasado diciembre, por dar entrada a dos nuevas formaciones en la escena política nacional para oxigenarla; y se disponen a repetirlo dentro de una semana. Los dos nuevos partidos, en los que fundamentalmente los votantes más jóvenes encontraron inicialmente cobijo, y en los que se han hecho fuertes después, no parecen así ir a quedar en meras flores de un día como alguien pudo quizá pensar. Estamos, a la vez, ante un final y un inicio de etapa.
Ciertamente, el próximo día 26, el PP volverá a ser el partido más votado, pero con menos escaños y con más dificultades que las que ya fue incapaz de superar hace seis meses para encontrar apoyos o complicidades para gobernar. El panorama político que se avecina, no difiriendo esencialmente del emergido de las urnas en diciembre, presenta matices adicionales que lo hacen aún más complejo e imprevisible al afianzarse su carácter multipartidista.